
Microcuento #5: Luces de noche
Metió la linterna, un repuesto de pilas, botana para el camino, un refresco de cola, su libro favorito, ahorros y la chamarra impermeable a la mochila. Acomodó el sleeping bag mientras veía su computadora para rectificar que hoy era el día. La apagó y miró su cuarto lleno de posters del espacio por última vez.
Ni siquiera se despidió de la familia, total, ellos nunca notaban su presencia. Estaría mejor sin ellos. Subió a la bicicleta, se acomodó la gorra, rascó su escasa barba y comenzó a pedalear.
Cuando llegó a la cima de la colina más lejana se sentó para disfrutar del atardecer que se ocultaba entre los distantes edificios. Miró el reloj de pulsera y contó los minutos: no faltaba mucho para el avistamiento.
Después de un par de horas, la primera luz cruzó el cielo. Una bola de fuego caía a gran velocidad hacia la ciudad. Inmediatamente después otra atravesó el firmamento con un sonido espeluznante.
Se puso de pie para ver mejor: cinco, diez, veinte esferas incandescentes surcaban la oscuridad para detenerse en los edificios que ardían en llamas. Aun en la distancia escuchó los gritos, los vidrios al romperse y las alarmas de los automóviles.
Sonrió mientras los colores cálidos se dibujaban en sus ojos. Abrió una bolsa de papitas y contempló el fuego que ardía en la lejanía.
Al menos no se encontraba ahí, en la ciudad.

