
Recomendación literaria: El gato de Natsume Soseki
Los libros protagonizados por animales siempre nos darán una visión diferente del ser humano. En el caso de El Gato de Natsume Soseki, esa visión filosófica de la vida, así como de los japoneses, nos entrega una crítica hacia nosotros y hacia cómo nos complicamos la vida.
Un gato sin nombre
Soy un gato, aunque todavía no tengo nombre. No sé dónde nací. Lo primero que recuerdo es que estaba en un lugar umbrío y húmedo, donde me pasaba el día maullando sin parar. Fue en ese oscuro lugar donde por primera vez tuve ocasión de poner mis ojos sobre un espécimen de la raza humana.
Así es el personaje de esta novela. Un gato cuyo dueño nunca le dio nombre, que llegó por el azar a la casa de un maestro y que narra lo que él vive junto a un humano aburrido, enojón, amargado y vejete a pesar de que sólo tiene treinta años de edad. Se la pasa leyendo libros, escribiendo alguna que otra poesía y sufriendo debido a la enfermedad de su estómago.
El minino nos describe, con lujo de detalle, la personalidad de su dueño y de sus mejores amigos: unos hombres tan dispares entre sí. Uno de ellos, mentiroso, bromista y que no se toma nada en serio; a cierto grado, un poco metiche. Otro de ellos es un genio, está estudiando su doctorado y está enamorado de la vecina del maestro; además es poeta, pero a mismo tiempo, aburrido y lento al momento de hablar. También está el amigo zen, el budista, el que su camino se construye a base de las decisiones que ha marcado la religión. En fin, el gato conoce diferentes personalidades humanas gracias a estos amigos y a la familia del maestro.
Si hay algo que odio en los humanos es que tiendan a crecerse en virtud de su extremada tendencia a la autocomplacencia, confiados como están en su fuerza bruta. A menos que aparezcan sobre la tierra unas criaturas más poderosas y crueles que ellos, no podremos saber hasta dónde podrán estirar, y estirar, y estirar su estúpida presunción antes de que se les rompa.
Cabe recalcar que a inicios de 1900, la mujer todavía era vista para servir al marido y de una inteligencia menor que la del hombre. Es por eso, que a lo largo del libro, veremos muchas referencias machistas o sobre la mujer. Pero eso no quiere decir que la esposa del maestro no se defiend; aunque, la verdad, la novela está llena de personajes femeninos sin chiste y que se dejan guiar por el camino de los hombres.
Un libro filosófico, histórico y poético a través de la vista de un gato
Algo que no me gustó, pero que al mismo tiempo es la esencia de la historia, es la forma en que el gato narra las situaciones. Por momentos, el autor parece que se olvidó de que su personaje principal era un gato. El minino se volvía un narrador omnipresente que sabía los pensamientos y emociones de los personajes. Era como si Soseki se colocara en lugar del gato y criticara la naturaleza humana, así como lo que se vivía en ese momento.
Soy de la opinión de que el cielo se hizo para dar cobijo al acto creativo en sí, y la tierra para que las cosas creadas que permaneciesen en ella tuvieran un sustento con que sobrevivir. Incluso los seres humano que adoran discutir sobre todo lo discutible no podrán negar este hecho. Después, deberíamos preguntarnos cómo o con qué esfuerzo han contribuido los humanos a esa creación. La respuesta es clara: con nada. ¿Qué derecho asiste, entonces, a los humanos para apropiarse de las cosas que ellos mismos no han creado y que no les pertenecen?
Para mí, las mejores partes del libro son cuando en verdad es el gato quien narra las situaciones. Cuando sale a pasear y conoce otros gatos; cuando entra a hurtadillas a los baños públicos; mi parte favorita es cuando describe sus habilidades de caza o cuando ronroneaba o maullaba para pedir comida. Pero en especial, cuando describe la naturaleza horrible de los humanos. Esas son las partes que más disfrutaba y que tanto se apegan a lo que pienso de la raza humana aunque yo pertenezca a ella.
La señorita Shirokun, la gata blanca que vive enfrente y a quien tanto admiro e idolatro, suele decirme cada vez que nos vemos que no hay criatura viviente tan despiadada como el ser humano. El otro día, sin ir más lejos, dio a luz a cuatro preciosos gatitos. Pero no habían pasado ni tres días cuando el shosehei de su casa los agarró a todos y los tiró al estanque que había al lado de su casa. Shirokun me narró toda la escena entre lágrimas, y me aseguró que si queríamos aspirar a disfrutar de algo de vida familiar, era imprescindible que nosotros, los felinos, entabláramos una guerra total y sin cuartel contra los humanos. Nuestra única alternativa era exterminarlos, acabar con ellos y con su raza entera, así de sencillo. Me pareció una propuesta bastante razonable a la luz de los acontecimientos.
Eso no quiere decir que su percepción por el mundo humano no se lleve aplausos. Es una crítica social hacia las personas, hacia sus dueños y a los amigos de ambos. Ilustra cómo nos comportamos y lo ridículos que podemos llegar a ser en ocasiones. Es una narración sarcástica deliciosa que te hace reflexionar. ¿En verdad somos así de idiotas? ¿En realidad los animales piensan así de nosotros?
Su humor es divertido, real y filosófico. Logramos comprender la naturaleza humana a través de unos personajes que podrán sacarte de quicio. Así como le sucedía a nuestro protagonista.
Los seres humanos se equivocan al pensar que son las únicas criaturas capaces de reír. Cuando me río, los oficios nasales se me ponen triangulares y la nuez me tiembla.
Un gato inteligente
Como ya mencioné, por momentos parecía que Soseki utilizó como recurso al gato para expresar sus pensamientos, un tipo de disfraz para describir sus pensamientos sobre la humanidad y el entorno que vivió en el Japón de inicios de 1900. El egoísmo, frialdad, ignorancia, crueldad y estupidez de los humanos. Por lo mismo, el autor parece que olvida que su personaje es un gato. No sólo porque pasan páginas y páginas de pura palabrería sin sentido, sino porque el animal parece que es el ser más sabio del universo.
En ocasiones un día puede durar lo mismo que mil otoños.
Un gato no puede saber sobre filosofía, poesía, autores o la historia del país. Pero éste sí. Con sus narraciones describía momentos históricos o hacía comparaciones entre literatos chinos. En la novela veremos muchos haiku, poesía y pensamientos chinos, y el gato lo sabe muy bien. Mientras los leía, decía en mi interior: “¡Hey, Soseki! Recuerda que es un gato quien narra, no tú. Un gato no puede conocer esos datos, no conoce sobre la vida humana, ni sabe quienes son los griegos.” Al final me acostumbré a su manera de narrar y a disfrutar de esos espacios en los que el personaje sí era un gato, intentaba cazar ratones y criticaba con su mentalidad felina.
Por otro lado, existían momentos tan cansados y aburridos que no venían al caso. Un gato no se quedaría cuatro horas escuchando cómo critican la nariz de la madre de la enamorada de uno de los amigos del maestro. (Esto es real). Se iría y haría sus cosas de gato, así como nosotros los lectores. En distintas partes de la historia, las conversaciones son tan extensas y aburridas que no aportan nada a la historia. Tal vez conocemos un poco más cómo son los personajes, pero, en serio ¿criticar la nariz por un capítulo entero de casi veinte páginas?, ¿describir cómo uno de los compró un violín para después no resolver nada? Lo mejor de todo era que entre ellos se decían que su historia era aburrida y hasta se iban a hacer otras cosas debido a la aburrición.
Los humanos no sirven para nada , excepto para el uso estruendoso que hacen de su boca con el fin único y exclusivo de matar el tiempo, contando historias sin gracia y riéndose de cosas que no son divertidas.
Una novela cargada de descripciones
Como cualquier otro libro japonés, las descripciones de la naturaleza, el paso del tiempo y las estaciones están firmemente narradas con soltura y belleza. Soseki cuidó bien de sus personajes para representarlos como son, como humanos. Las pausas para leer poesía o haiku son un regalo maravilloso, así como todos los datos históricos que se encuentran en la lectura.
La lentitud de la historia se compensa con frases divertidas, sarcásticas y reales. Muchas veces estuve de acuerdo con el minino. Su forma de vernos, de comprendernos y de criticarnos es alucinante. Soseki nos estudió tan bien como para lograr captar nuestra envidia, ambición y ridiculez. Transmite bien lo despiadados, estúpidos, banales y superficiales que llegamos a ser. Por eso me encariñé tanto con el pequeño sin nombre. Un ser que, dependiendo de su crítica o de su manera de ver las cosas, podríamos colocarle incluso, el nuestro.
Nosotros jamás lograremos entender el sentido de la vida a menos que abramos nuestros corazones a la espiritualidad que nos proporcionan las artes.
Una de mis frases favoritas, sin duda.
Me gustaría mencionar que no me gustó el final. Tenía que decirlo. No así. Creí conveniente mencionarlo porque sigo un poco frustrada como terminó la historia del gatito.
Mientras lo leía, veía a mi perro que me miraba con atención. Imaginaba sus pensamientos y al leer los del gato, creí que mi mascota pensaba lo mismo: los humanos son unos seres crueles, tontos y sin sentido.

