
Poesía: Volver a sentir
En una cueva estaba
gélido, muerto,
con heridas sangrantes
no se movía,
ya no latía,
se había refugiado en la oscuridad más profunda
en la frialdad más cruda
como los inviernos de los polos
dentro de una caverna subterránea
dónde nadie lo mirara,
un lugar en el que nadie podría encontrarlo
rescatarlo
revivirlo.
Así estuvo por años, décadas, siglos
para el sólo fueron segundos
después de que suspiró por última vez
se escondió en la negrura
dentro de una bodega imposible de abrir
inalcanzable
incapaz de sentir
de mirar
de vivir.
Ahí estuvo dormido
en agonía infinita
creyendo que jamás volvería a palpitar
que la sangre que corre por sus venas
nunca volvería a hacerlo funcionar.
Un rayo de luz apareció de la nada
poco a poco empezó a caldear su cuerpo
un pequeño pulso
casi inadvertido
se distinguió a lo lejos.
De su sueño eterno empezó a despertar
con lentitud movió su cuerpo
con cautela empezó a respirar.
Alguien le mandaba calor
¿O eran más personas?
Sintió abrazos
besos
caricias;
un cariño que creyó olvidado y desaparecido.
Abrió los ojos una tarde
su cuerpo congelado se encontraba cálido
las palabras de sus seres amados lo llamaban
agarró con suavidad las manos que le tendían sin reparos.
Resucitó de su gran letargo
y sonrió hacia aquellos que le ayudaron a latir de nuevo
no creyó que fueran tantas personas
que con una sonrisa le dieron la bienvenida.
Salió al mundo una vez más
como siempre que hacía cuando se ponía a invernar.
De nuevo tenía metas
sueños
risas
las lágrimas ya no llegaban como antes
el dolor seguía pero ya no lo extinguía.
Con esa nueva fuerza
empezó a palpitar de nuevo
lloraba de vez en cuando
reía todo lo que fuera necesario
y cuando escuchó esa voz
una que jamás le había hablado
brilló como antes
así como creyó que nunca lo volvería a hacer
supo que era capaz de percibir
a pesar de haber dormido por tanto tiempo
a pesar de que juró que nunca se lo permitiría otra vez.
Los pequeños fragmentos de hielo
que aún lo cubrían
se derritieron por completo
y aunque nunca abandonó la cueva
resguardado por sus paredes y sus fuertes
con las heridas aún sin cicatrizar
con el dolor que nunca sanará;
vulnerable, blando y amoroso
el corazón, protegido por las experiencias del pasado,
se permitió volver a sentir.

