
Serie de micro cuentos de noche #6: La fotografía
Entramos al café internet como de costumbre. A mis amigas y a mí nos encantaba leer historias de fantasmas y ver fotografías o videos paranormales. Yo no creía en eso, por eso me reía de los gritos de mis compañeras y de sus expresiones de sorpresa. Era divertido.
Ese día, empezamos a ver una serie de fotografías. Algunas ya las habíamos visto, por lo que empecé a aburrirme hasta que una de ellas me llamó la atención. Era el de una niña que se había aparecido en un cementerio. Tenía un vestido largo color blanco, el cabello negro le caía hasta la cintura y tenía una mueca de espanto y burla al mismo tiempo. Me reí de ella.
—Es falsa. De inmediato se ve que está editada con algún programa. —Repetí una y otra vez a mis amigas. Ella empezaron a tener miedo. El rostro del espectro era difícil de olvidar. Una mezcla entre pudredumbre y risa macabra.
El tiempo pasó. Yo aseguraba que esa fotografía era una mentira, que era una broma y que en lugar de darme miedo, lo que me producía era mucha risa.
Después de semanas, regresamos al café internet para continuar con la búsqueda de historias de terror. Yo no tenía el mínimo interés, por lo que renté mi propia computadora y me puse a revisar mis cosas. Después de un rato, de reojo vi que mis amigas estaban entretenidas con una fotografía. La revisaban y movían la cabeza como si buscaran algo.
—¿Qué hacen? —pregunté.
—Dicen que al fondo de esta imagen se ve algo, como un duende, pero por más que la estudiamos, no vemos nada. Tal vez tú si veas algo.
Me paré y miré la fotografía. Era la imagen de un pasillo iluminado lleno de basura, cubetas y desorden. Al fondo había una puerta abierta, pero todo estaba oscuro. No se veía nada.
—Yo tampoco veo nada. —Recordé la cara de la joven del cementerio. —Ha de ser mentira, ya saben que existen muchas fotos truqueadas en internet. —Estuve a punto de irme cuando algo al fondo de la foto llamó mi atención. Algo blanco se movía. Me acerqué más para ver con detalle. Mis amigas me miraron sin comprender mi interés.
De la nada, la niña muerta, de quien tanto me burlé, apareció en la ocuridad del fondo. Empezó a caminar despacio entre la basura, esquivando las cubetas y acercándose hacia mí con su rostro característico. Cuando llegó al borde la de la fotografía, salió de esta y su rostro ocupó toda la pantalla. Parpadeo y movió la cabeza. Su sonrisa malvada la tenía a milimetros de distancia.
Del susto me caí hacia atrás y empecé a llorar. Mis amigas corrieron para levantarme.
—¿Qué te pasó?
—¿Estás bien?
—La niña —balbuceé. —Se apareció la niña de quien tanto me burlé.
—¿Dónde?
—En la fotografía —dije con lágrimas en los ojos.
Mis amigas se miraron desconcertadas. No entendían lo que sucedía.
—¿Cuál niña? Tu observabas la fotografía y después de un segundo te caíste. Nosotras no vimos nada.
—Te quedaste absorta viendo la imagen. Parecía que estabas poseída por ella.
Las miré sin decir nada. Para mí habían pasado horas desde que la vi salir de la puerta hasta acercarse a mí y ellas no se percataron de nada. Estaban preocupadas por mí.
En la lejanía miré la pantalla. La fotografía estaba innerte, sin moverse, sin tener nada inusual. Si era una broma de internet o un gif, la secuencia de la aparición de la niña ya hubiera sucedido un par de veces más.
Salí del local. Necesitaba aire. Mis manos se movían y sudaban por el terror. Había entendido el mensaje: si no crees en mi existencia, te mostraré que no soy una mentira.
Desde ese día, tengo grabada en mi memoria el rostro de la pequeña. No se me olvida su sonrisa, sus cabellos ni su vestido blanco. Me da pavor pensar en ella. Jamás volví a ver imágenes de fantasmas y mucho menos, burlarme de los muertos. Aprendí mi lección.

